Por: Andrés Corrales
Río es la segunda ciudad más grande e importante de Brasil, por sus calles, los visitantes pueden ser fácilmente testigos de la esencia carioca y la alegría que caracteriza a los brasileños. Acostumbrados a ver turistas por sus calles, los habitantes están siempre dispuestos a ayudar y ofrecer consejos a los visitantes, lo que sin duda, es una gran ventaja para los más aventureros.
En Río de Janeiro, el tiempo pasa más lento de lo normal para ser una ciudad cosmopolita. La vibra del mar contagia a los locales y conquista a los turistas, quienes disfrutan de paradisiacos paisajes que se mezclan con grandes edificios y sitios históricos para dar una experiencia completa.
Sus adoquinadas aceras con diseños particulares se convierten en la alfombra para disfrutar la ciudad a pie; eso sí, algunos desplazamientos son recomendados en bus o taxi por motivos de distancia o seguridad.
Las grandes estrellas de la ciudad son las playas que se convierten en parada obligatoria para todos, especialmente porque las costumbres y el día a día de los locales están muy relacionadas con sus playas.
Entre las playas más populares destacan Ipanema y Copacabana. Ambas están contiguas, pero se recomienda trasladarse en bus o taxi, ya que en medio se encuentra una favela y puede resultar peligroso para los turistas.
Copacabana es la más emblemática, sede de muchas películas y acontecimientos importantes. La calle limítrofe con la playa está llena de bares y restaurantes con opciones para relajarse y sentarse a ver el tiempo pasar. Ipanema, por otra parte, convoca a los turistas más jóvenes y ofrece sitios más modernos para disfrutar de un café, una bebida o hacer compras en lujosas tiendas. La playa se caracteriza por albergar diferentes estilos según el número.
El puesto 7, por ejemplo, convoca a un público más juvenil, principalmente solteros en busca de fiesta, mientras que el puesto 10 es donde se pueden encontrar a las familias con hijos pequeños y así una variedad de opciones. La costa está delimitada por una ciclovía y gimnasios al aire libre que rectifican la afición de los brasileños por el ejercicio y sus cuerpos esculturales.
Los sitios históricos y miradores para disfrutar de la costa también son paradas obligatorias, aun cuando en algunos casos, las filas de turistas pueden resultar un poco largas, como sucede en la montaña Pan de Azúcar.
Para disfrutar de esta montaña que se se eleva a 1.299 msnm es necesario subir en teleférico, de ahí la recomendación de evitarlo fines de semana, ya que las filas pueden extenderse por horas, pero una vez arriba, se puede disfrutar de las mejores vistas de Río de Janeiro.
Y si de montañas se habla, el cerro Corcovado es otro de los imperdibles, no solo por la experiencia que ofrece desde que se toma el tren de subida, sino porque en la cima, se levanta uno de los monumentos más icónicos de la ciudad, catalogado recientemente como una de las nuevas siete maravillas del mundo, se trata del Cristo Redentor.
Ubicado a 709 msnm, este monumento recibe a más de 2 millones de turistas al año y es una de las fotografías obligatorias de los turistas. Desde la base, se puede observar a detalle el exquisito trabajo del escultor Carlos Oswald, a pesar de que ha tenido que ser restaurado tras el impacto de un rayo.
La escalinata a un costado de la base, no solo es el marco perfecto para apreciar el monumento, sino que también es un lugar ideal para disfrutar de la maravillosa vista de la costa carioca. Para accesar a este monumento de forma rápida, se recomienda comprar las entradas con suficiente antelación por Internet, ya que los espacios son limitados y la demanda es muy alta.
Ninguna visita estaría completa sin disfurtar de una churrasquería, restaurantes de carnes al estilo brasileño donde por un monto fijo, los clientes pueden disfrutar de toda la comida que gusten.
Sin duda alguna, Brasil es un destino que merece incluirse en la lista de pendientes, y Río de Janeiro en especial, debe ser una prioridad. Aquí convergen ciudadanos del mundo para vivir una experiencia única llena de la energía que caracteriza a los locales y a su ciudad.